Por Julia Lamas
Fue solo un gesto de amor. Un acto de bondad humana. En mi retina solo un instante. En sus vidas, a todas horas.

Foto: Julia Lamas
Observaba al grupo en la práctica meditativa, trataba de captar las imágenes que, fieles a la realidad, fueran capaces de transmitir algo tan hermoso como es un grupo de personas, todas diferentes, algunas incluso desconocidas, ejerciendo la bondad contemplativa, alimentando sus almas en círculo, contactadas en un halo de paz y perfecta armonía cuando de repente vi ese gesto. Dentro de la belleza que supone contemplar a personas meditando, hecho que comprobé por primera vez aquella tarde y, dentro de las sensaciones que me rozaban como caricias de aire fresco, puro y limpio, tuve la sensación de que la piel se me erizaba y que algo en mí se emocionaba al descubrir tal gesto de compañía. Entonces descubrí que con un solo toque, se puede llegar al alma, que el amor se puede regalar a través de una caricia y en una sola mirada. Dos personas, dentro de ese grupo, estaban valiosamente conectadas.
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